Le compramos su mantita roja (que aun existe, pero dónde ya no cabe) a los pocos días, le encantaban las borlas de cada esquina, sobre todo morderlas, así que duraron apenas unos días. En esa mantita fue donde le fuimos enseñando cuál debía ser su lugar en casa. Allá dónde movíamos la mantita, allá que se movía él.
En esos días disponía también de una casita de lona, que usábamos cuando viajábamos en coche, en la cocina para dormir, le poníamos la mantita dentro. Aunque esa tarea resultó poco satisfactoria, nos ganó la partida, es decir, no supimos ser firmes y nos fue ganando terreno. Le acercamos la mantita a la habitación y, os aviso, fue la perdición.
2 comentarios:
at: 9 de enero de 2011, 11:25 dijo...
Cuando duerme es un ángel
at: 13 de enero de 2011, 11:09 dijo...
Un ángel que pesa más de 30 kilos. Me voy a tener que comprar una armadura para dormir por las noches... Menudo jeta está hecho.
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